Era un lunes 5 de diciembre del año pasado. Juan Aurich estaba en Trujillo para preparar las finales ante Alianza Lima y Diego Umaña miraba el partido de práctica entre su equipo B y Universitario de Trujillo.
Fue entonces que el técnico colombiano se partió en dos: trataba de analizar y corregir a sus dirigidos, y por otro lado, se llevaba una grata impresión de un volante, flaco y talancón, que gambeteaba y llevaba la pelota al pie; con pase preciso y gol. Preguntó. Era Segundo Acevedo. 17 años.
“Jugador interesante. Me gustaría tenerlo”, dijo Umaña según cuenta River Vega, vicepresidente de la ‘U’ de Trujillo. Al terminar el partido, el DT lo pidió para Aurich y dos meses después las dirigencias de ambos clubes acordaron que el club trujillano preste al mediocampista por dos años con una cláusula de salida al extranjero.
Acevedo se mudó a Chiclayo la semana pasada y ya entrena con la reserva. Hoy se estrenó con el gol del triunfo de su equipo ante la Fundación Marcet por la Copa CMD. “Es un reto, un paso más en mi carrera futbolística. En Aurich tengo que poner los pies en la tierra y dejar todo en los entrenamientos. Mi objetivo era llegar a un club profesional”, le dice Segundo a Depor.
Acevedo respira fútbol desde niño. Su papá, con el mismo nombre, fue un volante destacado del fútbol profesional en Carlos A. Mannucci y otros clubes allá por los setenta. Su tío también peloteó. En su casa, ubicada a cinco cuadras del estadio ‘Mansiche’, hay álbumes de fotos y cuadros de su padre. Nació con el fútbol.
“Siempre se comienza desde abajo. Si empiezo desde la reserva, daré todo para que me den oportunidad en el primer equipo”, afirma el jugador que nunca fue ofrecido; al contrario, fue buscado. Lo quería Unión Comercio, Vallejo, Sport Huancayo. Un empresario lo quiso llevar a Alianza. Incluso el Mallorca de España lo pulseó. Pero Aurich ganó a todos.
Se formó en la academia Real Libertad de Trujillo. A los 15 jugó Tercera en el Club Deportivo Academia Universitario; y en 2011 fue su destape con Universitario de Trujillo, donde llegó hasta octavos de final de la Copa Perú y anotó 13 goles. La prensa local jugaba con él: “Es el Riquelme trujillano”.
“Mi papá me inculcó que lo dé todo y no me amilane ante nadie”, dice Segundo, niño y hombre de fútbol a pesar que en su casa reinan las mujeres que lo engríen: su madre y cuatro hermanas que, no es broma, siempre lo han acompañado a todas las ciudades donde jugó. “Las voy a extrañar, pero es por el bien de mi familia”. Ellas también a ‘Shegu’. Así lo llaman.